viernes, 8 de abril de 2011

Restaurar una Sanglas, Capítulo 3: La ITV



            Desde que en España se ha impuesto esta inspección técnica, todo el mundo es capaz de contar alguna anécdota al respecto, en nuestro caso como restauradores o usuarios de máquinas antiguas, estas se multiplican pues en muchos casos el vehículo no es apto para rodar por las actuales carreteras. Aunque la mayoría de nosotros usamos nuestras motos clásicas esporádicamente y por carreteras secundarias.

            Hace algún tiempo hablando de motos con un compañero de trabajo, me dijo que de haberse inventado ahora no se homologarían pues carecen de todo tipo de elementos de seguridad y son altamente peligrosas. Coincido con él pues la moto no tiene ninguna carcasa que te proteja ni de las inclemencias del tiempo ni de los posibles encuentros con el resto de vehículos rodantes, caso de un pequeño toque, la moto fácilmente pierde el equilibrio que la mantiene en pie y todo el conjunto moto-piloto va al suelo.

             Debido a la agilidad que permite y a la potencia que desarrolla aún hasta el más ligero ciclomotor, invita a la conducción deportiva, produciéndose en muchos casos accidentes por la combinación fatal de exceso de velocidad y defectos de la calzada. Por esta razón considero que al conducir una moto por la calle debe uno ser muy consciente de la condición de mantenimiento del vehículo, del estado y presión de las ruedas, de los vehículos circundantes y de intentar prever sus maniobras, anunciadas o no. Y que para probar las actuaciones de nuestro modelo el mejor sitio no es una carretera de montaña sino un circuito cerrado al tráfico y utilizando el equipo de protección adecuado.

            Dicho esto, también hay que reconocer que las sensaciones de libertad, de contacto con la naturaleza, y de unión entre hombre y máquina son maravillosas a los mandos de cualquier moto y que estas permiten además de disfrutar conduciéndolas, participar de sus “vidas” de forma estrecha al ser una obligación el estar al tanto de su estado de salud tanto por seguridad como por tenerlo delante cada vez que se conduce, se lava o se le pone el candado. Son muchos los casos en los que el conductor pone nombre a su máquina y le habla, y al venderla siente desprenderse de ella y lo hace con palabras cariñosas y con un roce cómplice del asiento o el depósito.

            Tanto es así que aún después de ventitres años Fernando ha sentido algo por su vieja moto y se ha animado a ponerla de nuevo en marcha, animados por otros locos de las motos entre los que me encuentro, después de un buen proceso de limpieza al óleo y de cambiar aceites, batería, ajustarle de nuevo la admisión y engrasarle la cadena, la 350/4 de Fernando empezó a pistonear de nuevo, presencié el espectáculo y realmente impresiona ver como una mecánica digamos obsoleta sigue funcionando igual de bien o de mal que lo hacía hace treinta años, lo cual hace replantearse si es necesario tanto avance y renovación, de no ser por el tema de la contaminación. Desde luego estas motos son simples pero duras, feas pero sencillas de mantener y pese a no contar con repuestos nuevos, se les pueden hacer apaños que las hacen funcionar sin rechistar. Para esto se inventaron. Así que desde aquí un pequeño hurra para los hermanos Sanglas y todos los trabajadores que participaron en la fabricación de nuestras motos, para los medios que tenían lo hicieron muy bien.

            Una vez puesta en marcha y hecha la prueba de fuego rodando, sólo quedaba el examen tanto de la 350 como de la FEYS, en cuanto tuve disponible el carrito que me prestó Silvia, quedamos un viernes para ir a la ITV, nos lo tomamos sin mucha prisa, y decidimos llevar primero la 350 y luego en un segundo viaje la 400. Ese día salió cubierto de una capa de nimbo estratos muy grises que durante la noche y parte de la mañana dejaron algo de nieve en la sierra, lo que hacía que el viento del oeste fuese muy frío, tanto es así que a ambas motos les costó una barbaridad arrancar una vez bajadas del carrito pues se les había hecho un viaje refrigerando pero sin calentar, y hasta que entraron en temperatura nos costó más de un buen empujón y arranque en falso. Como los nervios antes de un examen, nuestras amigas de dos ruedas tenían alguna tripa suelta antes de empezar. Pero como la preparación había sido suficientemente buena, el resultado final fue el esperado, a la hermana mayor no le pusieron ninguna pega, pues todo funcionó a la perfección. A la FEYS le buscaron el número de chasis, para lo que me tocó desmontarle el colín pues queda en el tubo que va desde el amortiguador a la parte baja de la cuna. También me hicieron notar que la anchura de la rueda trasera no era la reglamentaria de 3.50” de anchura sino de 3.25”, aún así al frenar correctamente y funcionar todas las luces pasamos con éxito la inspección técnica.

            Luego por la tarde de nuevo el viaje a Madrid con la 350 no sin antes aprovechar que Fernando es un experto en electrónica para solventar el problema del relé de arranque que se había quedado pegado en on y hacía inservible tanto el motor de arranque como su interruptor. Otra cosa sencilla de reparar si sabes el funcionamiento del equipo.



El problema era que la parte móvil del relé siempre hacía contacto dejando pasar la corriente en todo momento, así que separando convenientemente ambos contactos volvió a funcionar sin problemas.

Estos son Fernando y su 350 haciendo trabajos de campo, son duras de verdad como la otra blanca de detrás.

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